un gato, aplastando a su esposa y a su
suegra!, improvisó. El ardid funcionó de
maravillas y al cabo de pocos minutos no
le quedaba ni un ejemplar. Huyó apenas
con tiempo para evitar que los lectores,
que hojeaban en infructuosa búsqueda de
la noticia, y con mayor rapidez conforme
pasaban las hojas, le arrebatasen el dinero
que pagaron. Al día siguiente, al ir a
recoger los periódicos de la tarde, revisó
los titulares y leyó la noticia de que el
hacendado Galíndez, alcalde de Santa
Eufemia, su pueblo, rompió el brazo
de su esposa y fracturó la pierna de su