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FEDERICO JIMAGUA-ALLAN CORONEL SALAZAR

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SELLO EDITORIAL“FUNDACIÓN EDGAR PALACIOS”

Dirección: Diego Vásquez de Cepeda N77-530

y Antonio Núñez.

Teléfonos: 2476 374 / 099 660 3640.

Quito-Ecuador.

© FEDERICO JIMAGUA de Allan Coronel Salazar

Primera Edición Digital (2024),

Derechos reservados conforme a la ley

Dirección: Ada Palacios Mendieta

Concepto: Martín Hervás

Corrección de textos: Francisco Erazo

Ilustración: ImagineArt (prompts: M.Hervás)

LLEVABA UN IMPERMEABLE QUE LE HUBIESE

cubierto buena parte del cuerpo, pero

prefirió sacárselo para envolver los

periódicos. Se quedó con la camiseta

agujereada y los pantalones rotosos que

no tardaron ni diez segundos en estar

empapados. Ya otras veces había intentado

meter los papeles bajo el encauchado,

pero el agua se dio modos de penetrar

el escudo y destruirlos, así que esa vez

Federico decidió sacrificarse y salvar los

vespertinos. Medio se protegió bajo el

alero de un local y esperó que la tempestad

cesara. Dos horas después el agua

amainó; sin embargo, las mejores horas

para vender el diario de la tarde habían

pasado. Se fue voceando su producto

por las calles hasta llegar a la terminal

donde arribaban los buses de los pueblos

cercanos y, por ventura, en ese preciso

instante llegaban cincos intercantonales,

repletos a reventar. Recordó que ningún

titular tenía el interés suficiente como

para estimular una venta masiva… ¡El

alcalde cae de un árbol al tratar de rescatar

un gato, aplastando a su esposa y a su

suegra!, improvisó. El ardid funcionó de

maravillas y al cabo de pocos minutos no

le quedaba ni un ejemplar. Huyó apenas

con tiempo para evitar que los lectores,

que hojeaban en infructuosa búsqueda de

la noticia, y con mayor rapidez conforme

pasaban las hojas, le arrebatasen el dinero

que pagaron. Al día siguiente, al ir a

recoger los periódicos de la tarde, revisó

los titulares y leyó la noticia de que el

hacendado Galíndez, alcalde de Santa

Eufemia, su pueblo, rompió el brazo

de su esposa y fracturó la pierna de su

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suegra, al caer de un árbol, donde se había

subido para rescatar un gato. Decidió irse

a vender en el mismo lugar y de nuevo

había muchos compradores potenciales,

pero también varios canillitas voceando

la noticia más llamativa, la del alcalde,

que esta vez sí era verídica. Aunque

todos vendiésemos, no alcanzaríamos a

salir ni de seis periódicos cada uno, pensó

compungido, para enseguida inventar:

¡Pequeño meteorito derrumba pared de

la casa del cura y el pueblo sorprende al

sacerdote con el sacristán en pleno acto

amoroso! Vendió todos sus ejemplares

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