vespertinos. Medio se protegió bajo el
alero de un local y esperó que la tempestad
cesara. Dos horas después el agua
amainó; sin embargo, las mejores horas
para vender el diario de la tarde habían
pasado. Se fue voceando su producto
por las calles hasta llegar a la terminal
donde arribaban los buses de los pueblos
cercanos y, por ventura, en ese preciso
instante llegaban cincos intercantonales,
repletos a reventar. Recordó que ningún
titular tenía el interés suficiente como
para estimular una venta masiva… ¡El
alcalde cae de un árbol al tratar de rescatar